En Toscana, en el año 1173, la torre del campanario de la catedral de Pisa había comenzado a construirse.
Al poco tiempo, las personas se percataron que la construcción se había inclinado.
Al pasar los años, la inclinación se volvió más y más notable.
Debido a esto, la torre se convirtió en un auténtico espectáculo siendo una de las atracciones principales de la ciudad. Actualmente es un monumento célebre, pero aunque tiene cientos de años, las razones de su fama no fueron descubiertas hasta hace décadas: la torre se inclina por culpa de un suelo blando y suave.
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“El mismo suelo que causó inestabilidad y llevó la torre al borde del colapso ayudó a sobrevivir a estos eventos sísmicos”, aseguró George Mylonakis del departamento de ingeniería civil de la Universidad de Bristol.
De acuerdo al ingeniero, la altura y rigidez de la torre, junto con la suavidad del suelo donde se sostiene, reducen la vibración de tal manera que la torre no se sacude durante los terremotos.
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El peso de 14 mil 500 toneladas métricas provocó que el edificio se pueda inclinar hasta 5.5 grados, y a pesar de que muchísimas veces se intentó corregir esta falla, lo único que consiguieron fue empeorar el problema.
La estructura ha permanecido de pie durante más de 600 años, aun con los fuertes terremotos que han ocurrido en la península italiana.
Además de los sismos, la torre estuvo en peligro en la Segunda Guerra Mundial, ya que los aliados casi la destruyen pensando que pudo ser utilizada como escondite para los francotiradores alemanes, sin embargo, logró salvarse a último momento.