Se meten piedras, estacas o trapos sucios en la vagina.
Si no pierden la vida en el intento terminan en urgencias y con graves lesiones. “Pueden acabar incluso, como pasa en algunas ocasiones, con la extirpación del aparato reproductor porque hay un daño tal que no hay otra solución” explica Guillermo Martínez, de Médicos del Mundo en Senegal.
En África diversos abortos clandestinos son el resultado de brutales violaciones: “Las violaciones aquí no se hacen cuando uno va caminando por la calle sino en el entorno doméstico”, desvela Guillermo Martínez. Un primo, un hermano o un tío, todos parecen tener derecho a ella, pero una vez marcada la misma sociedad la rechaza.
Este año 20.000 mujeres, adultas y niñas, fallecen por abortos no seguros, y las que no mueran acabarán en prisión.
Argentina en 2018 vivió también uno de sus años más amargos. A pesar del impulso social, las mujeres no pueden sacar adelante sus derechos. Seis meses más tarde del rechazo de la ley del aborto en el Senado, una niña de 11 años de edad, violada por la pareja de su abuela, se presentó junto a su madre en un hospital argentino.
Cumplía todos los requisitos para abortar, de forma legal, sin embargo, el sistema la convirtió en una nueva víctima: “Lo que sucedió es que terminaron aplicándole una cesárea. Más allá de la práctica médica es la denegación de un aborto que era legal”, explica Paola García, de Amnistía Internacional Argentina.
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