La pérdida de Ramiro Ayala, a principio del mes de julio, derivó ayer en una tragedia familiar, cuando su desesperada viuda envenenó a sus tres hijos y después se suicidó.
Los hechos ocurrieron en la madrugada del sábado en el municipio de Floridablanca, área metropolitana de Bucaramanga, cuando Rosaura Rodríguez Carreño de Ayala, de 29 años de edad, reunió a sus tres hijos: John Alexander, de 4 años; Ramiro, de 2, y Freddy Wilmer, de 17 meses, en una habitación de la humilde vivienda del barrio Zapamanga.
Allí, les dio a beber cianuro y después hizo lo mismo, cumpliendo así con una promesa de encontrarse muy pronto en la eternidad con su esposo Ramiro Ayala. Ayala, un minero de 33 años de edad, falleció el 17 de julio, junto con su cuñado Fidel Rodríguez, al parecer víctimas de los disparos de una patrulla de policía en el sitio La Virgen, en la carretera que conduce de Bucaramanga a la Costa.
El coronel José Eugenio Reyes, comandante de la Policía en Santander, advirtió que los dos hombres muertos registraban antecedentes penales. Los hechos son investigados por un juzgado penal.
“Llegué como a las 09 de la noche del viernes.
Los niños estaban jugando con sus amigos de la cuadra. No encontré nada extraño. Ella estaba en su habitación mirando la foto de su marido, pero de pronto, mis nietos empezaron a gritar y me dirigí hacia la pieza y encontré a John tirado en la cama y en muy mal estado.Le pregunté a Rosaura qué pasó y ella me contestó que le había dado veneno a los niños y que ella también había tomado”, afirmó la madre de Rosaura, Carmen Carreño Ojeda.
Los menores y la madre alcanzaron a ser trasladados al Hospital Universitario Ramón González Valencia, donde fallecieron. Les dejó las fotos de los niños para que las coloquen en la tumba y por favor, no acepten que ninguna autoridad ingrese a la casa porque ellos fueron los culpables de la muerte de Ramiro, dice un papel escrito por Rosaura antes de proceder con el envenenamiento.
“Ella llegó esa tarde del cementerio de rezar ante la tumba de su marido y no se le notó nada anormal”, dijo la madre Rosaura y algunos vecinos que la saludaron por última vez. No obstante, permanecía muy triste y lloraba recordando los hechos que rodearon la muerte de Ramiro y siempre pedía a Dios que le concediera el milagro de reunirse con él .
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