Una mujer llamada María Gabriela Andrade, quien tiene síndrome de Down y su esposo Fabio Marchetti de Moraes, con retraso mental, trajeron al mundo a su hija Valentina quien nació sin ninguna discapacidad, en Brasil.
Laurinda, la madre de Gabriela, ha ayudado a criar a Valentina, y cuenta que: “Su manera de ver la vida es más simple que la nuestra. Nunca he visto a una pareja disfrutar tanto la paternidad”.
La familia vive en una casa de piedra que hace 50 años construyó Laurinda en el municipio brasileño de Socorro, en el estado de Sao Paulo. Comparten espacio con otros dos hijos mayores de la abuela. Uno es actor y el otro dentista.
En todo el planeta no hay más de 50 casos documentados de mujeres con síndrome de Down que hayan dado a luz.point 193 | “Los hombres con Down tienden a ser estériles y la probabilidad de las mujeres de quedarse embarazadas es del 50%”, nos explica Agustín Matía, gerente de la Federación Española de síndrome de Down.point 380 |
“Las posibilidades de que estas personas tengan un hijo con discapacidad están entre un 25% y un 50%, dependiendo de las características genéticas de cada uno”.point 150 | 1
En la ciudad de Socorro, vecinos conocen la historia de Gabriela, Fabio y su hija Valentina. El nacimiento de la pequeña, el 19 de marzo de 2008, fue todo un acontecimiento. No había ningún precedente en el país del nacimiento de una niña fruto de una relación de dos personas con discapacidad.
Gabriela, 36 años de edad, se crió acostumbrada a las miradas de sus los demás. Jamás habían visto antes a una mujer con síndrome de Down. Su fuerza y valentía la han llevado a superar las barreras que se ha ido encontrando. Le fascina el ballet, que siempre ha practicado desde niña, y es cinturón marrón de judo. Su esposo, Fabio, tiene muchos problemas para expresarse, sufrió un accidente cerebrovascular horas más tarde de que su madre diera a luz.
Ambos se conocieron de pequeños en la escuela de la Asociación de Padres y Amigos de Niños Excepcionales (APAE). Esta asociación lleva desde los años 50 en Brasil dando servicios sociales para mejorar la calidad de vida de personas con discapacidad.
La feliz pareja se comenzó a gustar desde el principio. Fabio se cambió de escuela durante unos años y, cuando volvió, su antiguo amor de la infancia estaba saliendo con otro chico, Erik, también con síndrome de Down. Sin embargo, Fabio no se rindió y luchó hasta reconquistar a Gabriela. Le regalaba continuamente cajas con sus chocolates favoritos.
Desde entonces no se han separado ni un día. Su relación fue tan intensa que los padres de ambos pusieron una cama más en su casa porque los entonces veinteañeros decían que no podían dormir separados. Sus relaciones sexuales eran también muy intensas. Y sin preocupaciones. Creían ellos, sus familias y los doctores que Gabriela nunca podría quedar embarazada. Estaban muy equivocados.
Hace nueve años, Gabriela empezó a engordar. Su madre, Laurinda, lo achacaba a que comía demasiado, hasta que un día Fabio dijo a un amigo que “el vientre le había lanzado un golpe”. Enseguida fueron al ginecólogo, que comprobó que Gabriela tenía seis meses de embarazo. “No nos lo podíamos creer. Mi hija llevó todo el proceso con calma y estaba muy contenta. Y dos meses más tarde ya tenía a mi nieta”, comenta Laurinda.
Valentina nació un mes antes de lo previsto, sin heredar la discapacidad de sus padres. La emoción de la familia se vino abajo cuando la justicia brasileña negó la paternidad de la niña a Fabio. Consideraban que el hombre no tenía el raciocinio necesario para poder ejercer. No le dejaron inscribirse en el registro civil. Luego de varias semanas de lucha legal y mediática, la justicia cambió de parecer.
“Actualmente somos padres. Estamos felices y preparados para cuidar a nuestra niña”, dijo Fabio cuando fueron a registrar a su hija al Tribunal Civil de Sao Paulo. Un año más tarde, en marzo de 2009, Gabriela y Fabio se casaron. La pequeña Valentina acudió a la ceremonia en brazos de sus padres, vestida con un traje blanco como su madre y con una corona de flores en la cabeza.
Luego de la bora, Gabriela se hizo una ligadura de trompas para no tener más hijos. Con la pequeña Valentina ya ha dado un portazo a todas las voces que creen que el Down y la maternidad son incompatibles.
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