12 cuerpos desnudos tirados en el piso, enfundados en bolsas de plástico.
Un cartel que enumera: 298 femicidios desde el 1 de enero del 2020 al 30 de diciembre del 2020.
54 de estos casos hicieron denuncias previas; 19 tenían medidas judiciales y 15 femicidas pertenecen a fuerzas del estado.
El asesinato de Úrsula, una chica de 18 años fue lo activó esta protesta. Úrsula Bahillo agotó todas las instancias posibles de denuncia que ofrece el Estado, pero nadie hizo nada.
A la chica la asesinó su ex pareja, Matías Ezequiel Martínez, el 8 de febrero de este año, y la dejó tirada en un descampado cercano a Rojas, en la Provincia de Buenos Aires.
El reclamo no se sostiene solamente en la convicción de quienes marchan sino en los datos: en lo que va de este año, es decir, en los 48 días que lleva el 2021, ya hubo 49 femicidios.
“Basta de matarnos”, dice uno de los lemas que más se repite en las romerías femeninas que se acercan desde todos los puntos cardinales. Porque esta, ya lo sabemos, es una lucha colectiva.
Las pancartas reflejan una cadena de denuncias y demandas: “La Policía no me cuida; me cuidan mis amigas”, “Exigimos una reforma judicial feminista”, “Quiero ser libre, no valiente”, “No más muertes por femicidios”.
A juzgar por las estadísticas, suena difícil encontrar un antídoto contra esta epidemia. Tan solo este año, en Argentina han matado a 47 mujeres. Significa una cada 29 horas. Las cifras no han cambiado significativamente desde que los femicidios comenzaron a contarse oficialmente.
Bahillo denunció varias veces a Martínez, pero no sirvió de nada.
La burocracia y falta de recursos humanos y económicos de comisarías y centros para la mujer quedaron otra vez en evidencia cuando la mataron.“Si un día no vuelvo, hagan mierda todo”, llegó a escribir en sus redes sociales.
Sabía que su vida corría peligro.Por eso la indignación es todavía mayor. Porque el Estado la desprotegió por completo.Por eso, en un afán reparador, mientras una multitud se concentraba en Tribunales al grito de “¡Ni una menos!”, el presidente Alberto Fernández recibía a Patricia Nasutti y Adolfo Bahillo, madre y padre de Úrsula, en la Casa Rosada.
Al lado del Palacio de Tribunales hay zapatos de tacón, zapatillas, botas, collares. Es una instalación que muestra las huellas de las que ya no están.
En el centro de la Plaza, una batucada femenina hace sonar sus tambores. Las músicas visten camisetas con reclamos concretos: no me calles más, no me asustes más, no me abuses más, no me inquietes más, no me insultes más, no me pegues más.
Más tarde llega la familia de Úrsula. “No la olvidemos”, pide su mamá mientras carga una gigantografía con el rostro de su hija.
Pero la multitud feminista que ocupa la Plaza ya ha demostrado que no olvida, ni se resigna: peleará por Úrsula y por todas las mujeres víctimas de femicidio. Hasta que haya justicia.
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