La víctima era Luis Iván Mejía Bonilla, tenía 30 años de edad, y era padre de una niña.
Sus familiares, recibieron un aviso de las autoridades. En él les informaban que debían acudir al Hospital de Santa Teresa. Pero, a su llegada, el hombre había fallecido a causa del Covid-19, aseguraron en el centro médico y les pidieron que se apresuraran para enterrarlo.
Luis no estaba enfermo y al acudir al hospital por sus restos les informaron que el funeral debía realizarse cuanto antes y que no podían velarlo debido a la causa de su muerte: Covid-19. Fue el pasado día 7 de mayo. No obstante, el informe médico indicaba que fue una hemorragia la causa del fallecimiento.
Ante las contradicciones, indicaron que el difunto estaba sano y no podía haber fallecido de repente. Por eso, exigieron que abrieran el féretro. Lo que observaron los dejó estupefactos. El cadáver estaba esposado y presentaba moretones en los brazos y el cuerpo, signos de que podría haber sido torturado.
Envuelto en una sábana, tenía la cara y los ojos ensangrentados y los dientes rotos. Luego de tomarle fotos como prueba, fue sepultado. Ante los hechos, los parientes pusieron el caso en conocimiento de la Fiscalía y la Procuraduría de Derechos Humanos para que lo investiguen. Dudan de todas las versiones: la del hospital (Covid-19) y la del informe forense, indica que falleció a causa de una hemorragia en el tubo digestivo. Sospechan que se trata de un homicidio.
Mejía fue detenido el 28 de abril, acusado de participar en la muerte de un policía hace un año. Se encontraba preso desde el 1 de mayo en las bartolinas policiales de Zacatecoluca, departamento de La Paz con otros reos. Él negó los hechos, así como ser pandillero. Sus vecinos comentaron que era una persona honrada y trabajadora. Todos apoyan a la familia en su petición de que se se esclarezca la muerte de Mejía.
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