Cuesta creer que algunos humanos son protagonistas de historias llenas de crueldad animal.
Budi, es un orangután que fue víctima de maltrato desde que era un bebé. Durante su primer año de vida se vio obligado a vivir en una jaula para pollos. Esto le ocasionó una deformación severa en su cuerpo. Sólo era alimentado por medio de barrotes con leche condensada.
Su cuerpo estaba doblado, jamás pudo estirarse ni sentir la libertad. Durante su primer año de vida nunca pudo correr, ni jugar. Siempre permaneció tras las rejas como el peor de los delincuentes. Alguien en Indonesia lo compró para tenerlo de mascota, anulando su vida por completo.
Cuando fue rescatado, la persona que lo mantenía bajo cautiverio solo se justificó con un supuesto temor a alimentarlo con frutas, pero no explicó la razón por la que lo encerró en una jaula.
El personal médico a cargo de su recuperación demostró su pasión y amor por los animales, especialmente por este pequeño que presentaba intensos dolores por estar tanto tiempo dentro de una jaula.
Sus gritos y llanto son un llamado a la reflexión para aquellas personas que se sienten con el poder de cercenar los derechos de los otros seres vivos. La recuperación de Budy fue lenta, sus huesos estaban severamente afectados por la posición a la que se vio obligado a permanecer por un tiempo prolongado.
Tampoco contaba con los nutrientes necesarios durante la etapa de crecimiento.
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