Branca, de 95 años, y Marcelino, de 100 años, celebraron el pasado día 29 de la mejor forma: uniendo sus vidas en un matrimonio en el hogar para ancianos donde se conocieron.
La celebración se realizó en Campinas, Sao Paulo, Brasil, después del cumpleaños número cien de este ingeniero retirado y enamorado como un adolescente de su tierna compañera.
La relación comenzó hace unos dos años, cuando el anciano llegó al hogar de reposo donde se encontraba su dama. Al cruzar el umbral de la puerta y encontrarse con sus ojos, Marcelino supo de inmediato que deseaba estar con ella. Fue amor a primera vista.
En el caso de ella, no le faltan razones para lanzarse al agua junto a su amado. “¡Me gusta todo! ¡Todo! Él es un amor, un dulce”, dice Branca sonriente. Marcelino se ganó la admiración de sus colegas y de toda la comunidad por sus servicios a la ingeniería, pero al cumplir un siglo, y después de conocer al amor de su vida decidió dar el paso definitivo pidiéndole que se casara con él.
En la ceremonia, la voz del novio se quebró debido a la gripe, pero, su rostro iluminado por el amor y sus sentidas palabras, no dejaron lugar a dudas de que había ocurrido un milagro centenario y rejuvenecedor: el milagro del amor.
Besos a cada momento iluminan, no solo a la pareja, si no a todos en el ancianato, pacientes, médicos, enfermeras, a todos por igual. Antes del gran día, Branca estaba nerviosa. Se decía, con miedo: “¿y si se rinde?, ¿y si todo fuese tan solo una vana ilusión?”.
Al final, los dos coincidieron en una unión indestructible que se selló en el mismo espacio donde se conocieron, pero esta vez decorado y con derecho a una buena dosis de pastel y muchas flores.
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