“Mary Flora Bell” nació en Newcastle (Inglaterra) en mayo de 1957 y a la corta edad de 11 años ya contaba con dos asesinatos y una situación familiar terrible.
Betty, su madre, se embarazó siendo adolescente. Era prostituta, alcohólica y drogadicta, y nunca supo quién fue el padre de su hija.
Familiares asegurarían que la maltrató desde que nació y nunca dejó de intentar matarla con caídas accidentales y pastillas para dormir.
Pero lo peor vendría cuando al crecer Mary, Betty tiene la idea de ofrecerla a sus clientes.
Luego de fijar un buen precio, comenzó a prostituirla a la edad de cinco años.
Mary, golpeada y abusada, mostró las primeras consecuencias del maltrato a muy corta edad, torturando animales y experimentando con el dolor, hasta que poco antes de cumplir 11 años decide estrangular a Martin, un niño de su vecindario.
La familia de Martin creyó que la muerte de su hijo se debió a un trágico accidente.
Pero la madre recordaría más adelante como Mary, se presentó en su casa y le pidió ver al menor. Cuando ella le explicó que no podía porque estaba muerto, ella contestó: “Lo sé, pero quiero ver el cuerpo en el ataúd”.
Pasaron los meses y la policía no tenía ni idea de quién era el asesino.
Hasta que la tarde del 31 de julio de 1968, Mary se encontró con una amiga y le hizo una extraña pregunta; “¿Estás buscando a tu hermano?”.
El hermano de la niña apareció muerto, mutilado y con una “M grabada en la frente.
Tras analizar la evidencia, y con declaraciones de la familia del segundo pequeño asesinado, de que Mary fue la última en preguntar por él y los acosaba con preguntas incomodas sobre el niño, la policía decidió arrestarla.
Al final, contradicciones en su interrogatorio y los diarios de Mary, donde relataba los crímenes terminaron por condenarla.
Ante la brutalidad del crimen, fue condenada a cadena perpetua. Sin embargo, el juez que la condenó, pidió que se tomaran en cuenta sus antecedentes familiares para que se revisara su condena en el futuro.
Con 23 años y tras 12 años de cárcel, quedó en libertad condicional.
Se supo que tuvo una hija y pidió que la protegieran de los familiares de sus víctimas.
Hoy vive en el anonimato.
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