Todas las mañanas, Koji Suzuki, de 64 años de edad, se lleva su tabla de surf hacia la playa para domar las increíbles olas que se estrellan contra el litoral de Fukushima, en Japón.
La playa de Minamisoma está a treina kilómetros al norte de la central nuclear de Fukushima Daiichi. El surfista todavía tiene en la memoria lo ocurrido el 11 de marzo del año 2011, cuando un enorme tsunami causado por un seísmo submarino de magnitud 9,0, destruyó la costa noreste de Japón.
Las aguas se llevaron casi todas las viviendas y también su tienda de surf. “Perdí mi casa, mi tienda, mi trabajo. Mi madre falleció durante la evacuación y mi padre meses después”, informa.
“Lo perdí todo, excepto el surf”, indica, recordando ese trágico día, en el que tuvo que huir del tsunami, dejando todo detrás de él salvo dos tablas cortas que estaban de casualidad en su auto. Cuando regresó al lugar en el verano del año 2011, la playa seguía llena de escombros de las casas destruidas.
La catástrofe de Fukushima Daiichi, el peor accidente nuclear de la historia después del de Chernóbil en la URSS, seguía causando fugas radiactivas, obligando a 150.000 personas a dejar sus hogares.
“Era una imagen desgarradora, sin embargo, el océano, seguía allí, igual que siempre y dije que si no volvía al agua, esta playa quedaría muerta por toda la eternidad”, comenta Suzuki. Luego de asegurarse que los niveles de radiactividad no eran peligrosos, se sumergió en el agua una mañana en que los socorristas todavía estaban en la playa en busca de desaparecidos.
Nueve años luego de la tragedia, el primer ministro japonés Shinzo Abe desea hacer de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 un escaparate del progreso en la reconstrucción de la región de Fukushima, donde el relevo de la llama olímpica debe empezar el 26 de marzo de este año.
El surf será, por primera vez disciplina olímpica este año, no obstante las pruebas se realizarán en la playa de Tsurigasaki, en Chiba, al este de Tokio.
“Nunca podré volver a donde vivía y seguir con mi tienda. Fukushima estará estigmatizada en la historia, eternamente”. Japón se enfrenta al reto de qué hacer con casi un millón de toneladas de agua contaminada almacenada en enormes cisternas en la central de Fukushima Daiichi.
Este agua radiactiva que proviene del sistema de refrigeración, de aguas subterráneas y de lluvia es filtrada para retirar la mayor parte de los isótopos, a excepción del tritio. El Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) apoya al gobierno japonés en su proyecto de desechar el agua en el océano Pacífico.
No obstante, Corea del Sur cuestiona la inocuidad de tal medida, mientras que los pescadores de la región temen por su trabajo. El verano pasado, la ciudad de Minamisoma abrió nuevamente la playa a los visitantes por primera vez desde el accidente.
“Era espectacular ver a los niños meterse en las olas. Nunca habían sentido el gusto del agua salada”, relata Suzuki. “Cuando tenga 70 años y la tabla corta sea difícil de manejar para mí, consideraré pasarme a la larga”.
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