Ophelia Morgan-Dew es una niña británica de tres años a la que le han registrado un Coeficiente Intelectual (CI) superior al de Albert Einstein o Stephen Hawkings.
Esta niña es capaz de recordar sucesos que le ocurrieron con tan solo unos meses de edad, teniendo un coeficiente intelectual de 171 puntos. Para que tengas una idea, el puntaje promedio del coeficiente intelectual para personas de todas las edades es de 100.
Natalie Morgan Dew / Facebook
“Cuando nuestra hija tenía unos ocho meses, nos dimos cuenta de lo brillante que podía ser”, dijo su madre, Natalie Morgan. “Empezó a decir los colores, las letras y los números muy pronto, en comparación con la mayoría de los niños”, agregó.
Sus padres fueron conscientes de la situación cuando la pequeña comenzó la guardería. En ese momento, Natalie y su pareja, Ben Dew, decidieron llevar a Ophelia a un psicólogo especializado en niños superdotados.
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“Solo queríamos averiguar cómo podíamos ayudarla”, explicó su padre, quien reconoció que no querían “forzarla”, pero al mismo tiempo no querían que se sintiera “poco estimulada”.
“Le gusta corretear y jugar con sus primos, saltar en colchonetas… Cosas normales en un niña a esa edad”, explicó Dew. La diferencia es que “parece que comprende y asimila todo mucho más rápido de lo normal“.
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“Es como hablar con una persona de 19 años. Se puede mantener con ella una conversación adecuada, desarrolla sus propias ideas”, indicó su madre.
Lyn Kendall, psicóloga y consultora infantil de Mensa, explicó que los niños con increíbles talentos procesan las cosas rápidamente, tienen buena memoria y están más atentos a lo que sucede a su alrededor.
También tienen muchas ganas de aprender, y eso genera que los padres sientan que van más avanzados de lo que deberían.
Natalie Morgan Dew / Facebook
“Generalmente, cuando los padres vienen a mí, me dicen: ‘Ayuda, este niño no deja de hacer preguntas y de aprender todo el tiempo’. Estos niños comienzan a las cinco de la mañana y no paran hasta que se duermen”, agrega.
Sin embargo, la especialista advirtió que este desarrollo intelectual también puede llegar a ser un arma de doble filo.
“Aunque los cerebros de estos menores avanzan a la velocidad de la luz, sus cuerpos y emociones siguen siendo niños y siempre tenemos que recordar eso“, explicó.