El estrés de que unas nupcias se conviertan en un evento de propagación de la enfermedad, es algo que muchas parejas no se tomaron a la ligera.
Una de ellas, es oriunda de la ciudad de los vientos, Chicago, EE.UU. Emily Bugg y su novio Billy Lewis planeaban unir sus vidas en matrimonio, justo antes de que fuera decretado el confinamiento en todo el mundo por la pandemia.
La contingencia arruinó sus planes, pero no se desanimaron y decidieron cambiar su fastuosa boda, llena de invitados, por una más discreta y modesta celebrada en el ayuntamiento con un solo fotógrafo. El acto se llevó a cabo el mes pasado.
La verdadera intención era mucho más loable que el simple hecho de prevenir el contagio propio y ajeno. Una vez pagado un depósito de 5.000 dólares al proveedor y organizador de la fiesta, le preguntaron si podía convertir la comida de la boda en cenas de Acción de Gracias para las personas más necesitadas.
“Cancelar una gran boda no es lo peor que podría pasar. Estamos felices de estar casados, y felices de poder ayudar a las personas a sentir la conexión de una comida de Acción de Gracias”, dijo Emily.
Con el dinero del depósito y de la mano de la empresa de catering Big Delicious Planet, se lograron preparar 200 platos con la comida típica de estas fechas, que fueron servidas con amor a los más necesitados. Gente con problemas de salud mental y presa del abuso de sustancias ilícitas.
Por eso no dudó en sumarse a la causa.
“Para ellos, pensar en hacer algo por el bien común es reconfortante”, dijo Heidi.Este caso toca de cerca las fibras más sensibles de Emily, quien trabaja para una organización en Chicago llamada Thresholds, un centro de salud mental sin fines de lucro que ayuda a personas con diferentes afecciones psíquicas tales como el trastorno bipolar, la esquizofrenia y la maníaco depresión.
Lo cierto, es que aquel fue un día muy feliz de Acción de Gracias. Nadie olvidará aquella formidable recepción llena de buenas intenciones, empatía y hermandad, en medio de las adversidades. Todos estaban emocionados porque sabían que esta comida estaba destinada a la más noble causa posible: ayudar al prójimo.
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