Mónica Mares es una mujer de 37 años que vive en el estado de Nuevo México (EEUU), en la ciudad de Clovis.
Con 16 años tuvo un hijo, al que llamó Caleb y que decidió dar en adopción al nacer. Luego 19 años más tarde, Mónica y Caleb se reencontraron gracias a la red social Facebook y, apenas dos semanas después de su primer encuentro, el amor surgió entre ellos.
El primer encuentro tuvo lugar la pasada Navidad luego de que Mónica fuera a recoger a su hijo a la casa de su padre adoptivo en Texas. “La primera vez que vi a mi hijo en persona fui muy feliz y le di un abrazo muy grande. Sentí mariposas en el estómago”, conto ella.
La pareja sacó a la luz su relación en un intento por dar visibilidad al fenómeno de la atracción sexual genética. Mónica declara que están dispuestos a arriesgar todo por estar juntos, ya que están “perdidamente enamorados”. La GSA se refiere a la atracción sexual entre parientes cercanos unidos genéticamente, ya sea entre hermanos o hermanastros, un padre y un hijo o entre primos.
Su amor está prohibido según las leyes estadounidenses, así que los amantes tienen prohibido comunicarse y tener cualquier tipo de contacto. La madre se enfrenta a una pena de 18 meses de prisión acusada de un delito de incesto, contemplado en los 50 estados aunque con penas variables. La pareja explicó que quieren luchar por los derechos de esta forma de amor y, a la vez, concienciar a la ciudadanía. Para ello están recaudando fondos por todo el país.
“Es el amor de mi vida y no quiero perderlo”, afirma Mónica. “Mis niños lo aman, mi familia también. Nada puede evitar que estemos juntos: ni los tribunales, ni la cárcel, nada. Tengo que estar con él. Cuando salga de la cárcel, si voy, me mudaré a un estado que nos permita estar juntos”, explica, entre lágrimas.
Además de Caleb, Mónica tiene otros 9 hijos y, aunque parezca mentira, afirma que estaría dispuesta a dejar de verlos si la obligan a elegir entre ellos y “su amor”. Caleb cuenta cómo fueron quedando y conociéndose durante un par de semanas, hasta que él se lanzó y la besó. “Los dos somos adultos y tomamos nuestras propias decisiones. Nos amamos con el corazón”, dice el chico.
Al comienzo de la relación vivían en casa de Mónica junto a sus hijos pequeños. Mantenían la relación en secreto pero los niños comenzaron a llamar a Caleb “papá”. No pudieron mantener el engaño por mucho tiempo y la policía los detuvo en abril. Fueron puestos en libertad bajo una fianza de 5.000 dólares hasta septiembre, momento en que afrontarán el juicio. Mientras, Mónica tiene prohibido ver a ninguno de sus pequeños.
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