El Dr.
Alexander Chepurnov contrajo COVID-19 por primera vez hace 6 meses.
Ocurrió en un viaje de esquí en Francia en febrero. El Dr. pasó la recuperación en su casa en Siberia sin requerir hospitalización, él y su equipo en el Instituto de Medicina Clínica y Experimental en Novosibirsk comenzaron un estudio sobre los anticuerpos contra el coronavirus.
“Al final del tercer mes desde el momento en que me sentí enfermo, ya no se detectaron los anticuerpos”, cuenta Chepurnov.
Decidió entonces examinar la probabilidad de reinfección, por lo que en interés de la ciencia, se convirtió a sí mismo en un conejillo de indias humano y se expuso deliberadamente a pacientes con COVID-19 sin protección.Él dijo: “Las defensas de mi cuerpo cayeron exactamente igual seis meses después de que contraje la primera infección. El primer síntoma fue un dolor de garganta”.
Pero además, su segunda infección fue mucho más grave por lo que tuvo que ser hospitalizado.
“Durante cinco días, mi temperatura se mantuvo por encima de los 39 ° C. Perdí el sentido del olfato, mi percepción del gusto cambió. En el sexto día de la enfermedad, la tomografía computarizada de los pulmones fue clara, y tres días después de la exploración, la radiografía mostró neumonía doble”.
Pero tras su hospitalización, el virus desapareció bastante rápido. Después de dos semanas, ya no se detectó en la prueba nasofaríngea ni en otras muestras. Su conclusión, basada en su propio caso, es que la inmunidad colectiva o de grupo es una esperanza fallida.
El Dr. Alexander considera que el virus llegó para quedarse y, aunque las vacunas pueden dar inmunidad, es probable que sea temporal.
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