Emma (de 39 años) quedó casi ciega por una infección en el ojo izquierdo después de nadar unos 20 minutos en una piscina con sus lentes de contacto puestos según reportan los medios locales.
La mujer, madre de dos hijos, estaba de vacaciones en Escocia con su familia y poco después de meterse en el agua empezó a sentir un fuerte dolor en el ojo: el uso de las lentes de contacto hizo que unos microorganismos quedaran atrapados, causándole una inflamación.
Jenkins esperó una semana, hasta que terminaron sus vacaciones y, una vez que estaba en su ciudad natal de Bournemouth (Inglaterra), fue al médico. Inicialmente le dieron un diagnóstico equivocado y solo unos días después determinaron que se trataba de queratitis microbiana: la mujer tenía la córnea inflamada e infectada, y posteriormente una úlcera cubrió todo su iris.
Más tarde, Jenkins fue internada en un hospital y le proporcionaron un tratamiento que no la ayudó.
Al contrario, su salud se empeoró con el tiempo.Según confiesa la mujer, unos días después le dijeron que su condición era grave y que nunca volvería a ver como antes.
Pero Jenkins tenía “demasiado dolor” como para asimilar lo que le pasaba, admitió la mujer.Su estado de salud siguió agravándose. Jenkins sufría dolores que llegaban hasta tal punto que no podía ni mover el párpado. Además, casi no percibía nada con su ojo infectado: solo luces y detectar movimientos.
Así continuó su calvario durante casi tres años. Pero gracias a una operación de trasplante de córnea en abril del 2016, la británica consiguió recuperar parcialmente la visión. Jenkins dice que ahora puede ver cosas, pero “no están bien enfocadas”. “Sufro de ojo seco (queratoconjuntivitis), pero vale la pena poder ver de nuevo”.
La mujer relató su historia a los medios esta semana para ayudar a la gente a ser más consciente sobre su patología y por lo tanto tener más cuidado en el uso de las lentes de contacto.