El caso de Olivia Farnsworth se ha vuelto famoso porque la prensa ven en ella casi una “curiosidad de circo”.
La niña no siente dolor, hambre, ni sueño, tampoco sensación de peligro. Esto supone una grave deficiencia del sistema nervioso, que la pone constantemente en bajo riesgo. El caso de Olivia es uno de los más extraños de los que se tenga noticia. Es una pequeña británica que no siente dolor, hambre o sueño. Esas son tres de las grandes debilidades y limitaciones humanas.
Olivia tiene 8 años de edad. Todo indica que su caso es único en el mundo. Cuando su condición salió a la luz, buena parte de la prensa empezó a llamarla “niña biónica”.
Ella y su familia no le han dado mucha atención a esos sobrenombres, tampoco a la insistencia de los medios de comunicación por mostrarla como una rareza. En cambio, han aprovechado la popularidad para comenzar una campaña con el fin de recaudar fondos para que su caso sea investigado científicamente. Esto, lo realizará el Centro Médico Universitario de Groningen (Holanda).
Olivia Farnsworth nació en la ciudad inglesa de Huddersfield, que está a medio camino entre Manchester y Leeds. Es una niña muy feliz, que ha crecido de forma normal, aunque ya manifestó algunos extraños síntomas desde edad temprana. Su madre se percató de algunas diferencias con los otros niños cuando ella era un bebé.
Olivia no lloraba y su madre, en principio, pensó que se trataba de un bebé tranquilo, que no se alteraba fácilmente. No obstante, cuando empezó a crecer, también mostraba dificultades para dormir.
Estaba activa todo el día y desde los 9 meses de edad jamás volvió a dormir una siesta. Sin embargo, al llegar la noche estaba todavía muy dinámica y a veces, despertaba a sus padres de madrugada. Asimismo, no parecía tener mucho apetito, solo comía luego de que sus padres le insistieran para que lo hiciera. Su madre empezó a llamarla “bebé de acero”.
Sus padres pensaron que, simplemente, ese era el temperamento de la pequeña Olivia Farnsworth. No obstante, cuando llegó el momento de que fuera a la escuela, sucedió un hecho que sí se escapaba por completo de lo normal. Olivia sufrió una caída y se hizo una herida profunda en el labio. Sangraba copiosamente, sin embargo, reaccionó como si fuera algo normal.
Cuando la llevaron al hospital, tuvieron que realizarle una pequeña cirugía. La niña no mostraba ninguna señal de dolor. Eso, obviamente, llamó la atención del doctor, la primera persona en alertar a la familia sobre esa rara condición. Aún así, los padres no sabían hasta qué punto llegaba esta rareza.
Lo comprobaron meses más tarde, cuando un vehículo atropelló a la niña. La arrastró por más de 20 metros y después la niña se levantó, como si no hubiera pasado nada. Más adelante, los doctores explicaron que no le había sucedido nada, no porque fuera inmune al daño, sino porque había mantenido su cuerpo tan relajado durante el accidente que no se produjeron fracturas.
De este modo, descubrieron que Olivia Farnsworth no solo carecía de sensaciones de dolor, sino que tampoco tenía ninguna noción del peligro. Por tanto, no había evadido el auto y tampoco le había dado importancia al hecho de que la atropellara.
Hay casos registrados de personas que no sienten dolor, o que tienen menos apetito de lo habitual, o que apenas necesitan dormir. No obstante, el caso de Olivia Farnsworth es el único en el que todas esas características están presentes de manera simultánea. Los doctores han explicado que se trata de una rara condición genética provocada por la ausencia del cromosoma 6.
En realidad, no es que dicho cromosoma esté ausente del todo, sino que tiene una alteración tan significativa que, básicamente, lo deja inutilizado. Esta deficiencia ha llevado a que Olivia Farnsworth tenga que tomar somníferos para dormir.
Esa es la gran tragedia de esta niña: que no sienta sueño no significa que no necesite dormir; que no sienta hambre tampoco implica que no necesite comer. La ausencia de dolor no equivale a ausencia de daño en su organismo. Por todo ello, se trata de alguien que necesita de varios cuidados, ya que no posee las señales internas que la alertan sobre lo que necesita para seguir viviendo.
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