El 26 de enero fue un día oscuro en el mundo del deporte.
Nadie olvidará la trágica desaparición de la leyenda de los Lakers de Los Ángeles , Kobe Bryant. Para millones de fanáticos, todavía es difícil creer que ya no lo verán más. El Mamba, que viajaba con su hija Gianna de 13 años de edad, y otras siete personas a su academia deportiva, se encontró con un accidente fatal en Calabasas, cerca de Los Ángeles.
Ara Zobayan, el piloto que frecuentemente voló a Kobe en su helicóptero, lo llevaba a él y a otros siete a un juego en la Academia de deportes de Mamba. Además, Gianna, ya lista para competir en el partido, estaba a bordo del helicóptero con dos de sus mejores amigos y sus padres.
El piloto perdió el control luego de subir a gran altitud. Debido a la niebla extrema, el avión se estrelló a 184 mph, descendiendo a más de 1.200 metros por minuto. El impacto causó un cráter y escombros dispersos por toda la zona.
En los informes de autopsia publicados el viernes pasado, se confirmó que todos sufrieron heridas fatales inmediatas. “Estas lesiones son rápidamente, si no instantáneamente, fatales”, escribió Juan Carrillo, médico forense, en el informe de Bryant. Los médicos tuvieron que identificar al cinco veces campeón de la NBA por sus huellas digitales.
Los informes del forense del condado de Los Ángeles proporcionan una percepción de lo trágico que fue el accidente. Huesos rotos, partes del cuerpo desmembradas y residuos de combustible en la ropa. Estos fueron algunos hallazgos del informe.
Además, no hubo consumo de drogas ni rastros de consumo de alcohol en el sistema del piloto.
El único fármaco en el sistema de Bryant era el metilfenidato, utilizado para tratar la narcolepsia y el trastorno por déficit de atención e hiperactividad.