Los presentadores de programas de televisión y actores de nuestras series favoritas nos parecen tan familiares porque los vemos casi a diario y parece que sabemos todo sobre ellos. Con gusto ellos nos dejan entrar en su mundo de fantasía, pero frecuentemente no tenemos ni idea de con quién están casadas las estrellas de la pantalla.
Smalljoys investigó qué parejas han elegido las personas que diariamente vemos en los diferentes shows de televisión.
Sophie Hunter y Benedict Cumberbatch
Uno de los actores más demandados de la actualidad es el aristócrata y erudito Benedict Cumberbatch. Y su esposa no se queda atrás. Antes de terminar la escuela de teatro en París, Sophie Hunter estudió francés e italiano en Oxford, además es una maravillosa pianista, directora y actriz. Sophie se convirtió en la señora Cumberbatch el Día de San Valentín en 2015. A partir de ese día, ella se sumergió en una nueva ocupación: esposa y madre. Hoy en día aparece en la pantalla con poca frecuencia.
Juliette Norton y Jamie Oliver
Jamie Oliver conoció a Juliette Norton cuando tenía tan solo 17 años. En ese momento, vivían en Essex, Inglaterra. En el año 2000, los jóvenes se casaron y hoy en día la pareja tiene 5 hijos. A pesar de esto, Juliette es una mamá activa que no ha dejado de trabajar y lleva varios proyectos al mismo tiempo. Por ejemplo, ella lanzó su colección de ropa para niños para la tienda Mothercare.
Robin Dearden y Bryan Cranston
La estrella de la serie Breaking Bad, Bryan Cranston, está casado con Robin desde 1989. Ella también es actriz y confiesa que se enamoró de Bryan cuando él le apuntó con una pistola, esto se llevó a cabo en un set de filmación a principios de los años 80. Cranston interpretó a una persona que tomó como rehén a la hermana del personaje de Robin. Una historia extravagante que terminó con un matrimonio y ahora es una de las familias más sólidas en Hollywood.
Gael Anderson y Andrew Lincoln
Gael Anderson nació en una familia de músicos del grupo Jethro Tull, y desde la infancia se acostumbró a la fama. Cuando conoció a Andrew Lincoln, trabajaba como asistente de Gwyneth Paltrow. Además, Gael es ese entonces ya era una artista bastante famosa y también practicaba atletismo. Andrew y ella se casaron en 2006; ahora, la pareja tiene dos hijos. Los fanáticos durante mucho tiempo torturaron a Lincoln preguntándole por qué se había ido de la serie The Walking Dead, dado que interpretaba al protagonista Rick Grimes. En un evento confesó que la razón principal fue la distancia entre él y Gael y sus hijos, ya que ellos viven en Reino Unido y la serie se filmaba en Estados Unidos.
Morgan Macgregor y Michael C. Hall
El actor estadounidense Michael C. Hall, al quien la mayoría de los espectadores asocia con Dexter Morgan de la serie Dexter, encontró su felicidad con una escritora y editora literaria. Por una curiosa coincidencia, también se llama Morgan. Macgregor oculta minuciosamente su vida privada de la prensa, pero se sabe que Morgan y Michael se conocieron en una fiesta y ella era una fanática apasionada de la serie Dexter.
Jacinda Barrett y Gabriel Macht
Gabriel Macht se hizo famoso gracias a su papel como el talentoso abogado neoyorquino, Harvey Specter en la serie Suits. En uno de los episodios de la serie aparece una mujer del pasado de Harvey como jurado, ella es su esposa en la vida real, Jacinda Barrett, cuyo papel fue inventado solo por diversión. Jacinda es una actriz australiana y parece que no tiene pelos en la lengua: en una entrevista, Macht confesó que su esposa le enseñó a maldecir.
Tana y Gordon Ramsay
Cuando Gordon y Tana se conocieron, ella salía con otro chef y nadie conocía a Gordon; además, trabajaba 16 horas al día. Por alguna razón, le daba vergüenza invitar a la chica a una cita romántica. Pasaron varios años antes de que el destino le presentara otra oportunidad y esta vez no la dejó pasar. En 1996, Tana se convirtió en la señora Ramsay, y en enero de 2019, los cónyuges declararon que están esperando a su quinto hijo.
Danneel Harris y Jensen Ackles
El destino cruzó en varias ocasiones en el set de filmación a la actriz y modelo Danneel Harris y Jensen Ackles, la estrella de la serie Supernatural. En 2006, comenzaron a salir; en 2010, se casaron y ahora son padres de tres hijos, cuyos nombres se puede traducir al español como “Justicia”, “Flecha” y “Zepelín”.
Lauren Silverman y Simon Cowell
Lauren es la pareja de uno de los representantes más ricos del mundo, el británico Simon Cowell (Pop Idol, The X Factor y Britain’s Got Talent). Cuando conoció a Simon en 2006, estaba casada con su amigo. Cowell es famoso por una multitud de romances y varias veces había declarado que no quería tener una familia, pero en 2013, cuando Lauren Silverman se divorció, los enamorados se declararon como pareja. Pronto tuvieron a su hijo Eric, y Cowell confesó que fue lo mejor que le pasó en la vida.
Yvonne McGuinness y Cillian Murphy
A pesar de que Cillian Murphy es una estrella hollywoodense, no es una figura pública en lo absoluto y no le gusta asistir a eventos sociales. Su cónyuge, la pintora irlandesa Yvonne McGuinness lo apoya por completo. En Internet hay pocas fotos suyas y sus perfiles en las redes sociales están cerrados. Sin embargo, se puede encontrar muchas obras de arte hechas por ella. La familia Murphy vive con sus hijos en Irlanda, ellos regresaron de Estados Unidos para que sus hijos “crezcan irlandeses”. Yvonne insistió en esta decisión.
Helen McCrory y Damian Lewis
La esposa de Damian Lewis (Billions, Band of Brothers) es la actriz Helen McCrory. Ella actuó en muchas ocasiones en películas y programas de televisión, pero el encuentro con su futuro esposo se lo debe al teatro: en 2003, ambos estaban participando en una obra. Los actores sintieron esa chispa, pronto se casaron y ahora crían a tres hijos. Además, McCrory es dueña de la sociedad caritativa Scene & Heard para adolescentes de familias de bajos recursos que quieren participar en el arte teatral.
Genevieve Cortese y Jared Padalecki
La filmación en la serie Supernatural ha sido crucial para Jared Padalecki. Este proyecto no solo lo convirtió en una súper estrella, sino que también conoció a su esposa Genevieve, quien interpretó al demonio Ruby. La boda de los actores se llevó a cabo en 2010, y en la actualidad la pareja tiene 2 hijos.
Diane Kruger y Norman Reedus
La actriz alemana Diane Kruger y la estrella de la serie The Walking Dead, Norman Reedus, se conocieron en el set de filmación de Sky. Sus sentimientos eran tan fuertes que Diana dejó a su pareja con quien había vivido los últimos 10 años y se fue con Norman. Kruger es conocida por su indiferencia hacia el matrimonio. Ella no quiere casarse con Reedus, pero en otoño de 2018, dio a luz a la primera hija de la pareja.
Rose Leslie y Kit Harington
Todo el mundo conoce la romántica historia de los actores de la serie Juego de tronos: Kit Harington transmitió el amor de su personaje Jon Snow por la salvaje Ygritte a la vida real. Los jóvenes comenzaron a salir antes de que Rose Leslie dejara de actuar en la serie debido a la muerte de su personaje, pero fue un romance corto. Kit y Rose se separaron, pero después de un par de años resultó que todavía sentían algo el uno por el otro. Finalmente, al superar todos los desacuerdos, se casaron en 2018.
Morgana McNelis y Charlie Hunnam
El papel del bandido motociclista Jax Teller en la serie Hijos de la anarquía hizo famoso a Charlie Hunnam y, al mismo tiempo, le trajo problemas con su novia Morgana McNelis. Una multitud de fanáticas, enamoradas del chico malo Jax, le comenzaron a enviar amenazas y cosas desagradables en redes sociales. Charlie Hunnam tuvo que interpretar nuevamente el papel por un tiempo y les dejó a sus fanáticas un mensaje muy brusco en público para que dejaran en paz a su novia. Asimismo, se decepcionó tanto de las redes sociales que borró todas sus cuentas. Se sabe que Morgan es diseñadora de joyas, adora a los animales y le encanta viajar.
Bonus: 15 Curiosidades sobre el matrimonio hace 300 años
En aquella época, no existía el concepto de “cita romántica”
Aún desde los tiempos romanos y hasta el siglo XIX, en la mayoría de países europeos, el matrimonio era exclusivamente una institución civil. La fuerza impulsora siempre la tenía un arreglo (contrato favorable), el cual no solo tenían los aristócratas, sino también las personas normales.
En realidad, durante aquellos tiempos, el concepto de “cita romántica” no existía como tal. A las chicas jóvenes las casaban por conspiración, con demasiada frecuencia únicamente se veían con sus esposos un par de veces antes de la boda. Frecuentemente, los padres eran responsables por la elección de esposo. No les interesaba la simpatía mutua de la pareja.
Había comunicación antes de la boda
Si los jóvenes tenían mucho tiempo de conocerse antes del matrimonio, o si sus padres tenían puntos de vista poco convencionales, las chicas debían evaluar rápidamente la fiabilidad de la pareja y su bienestar durante raras reuniones en privado. Basándose en las breves conversaciones con el joven y según las opiniones de quienes la rodeaban, la novia tenía que determinar qué esperar de él en la vida familiar.
Los divorcios eran inaceptables
En aquellos tiempos era casi imposible divorciarse debido a la influencia de la iglesia, la cual no aprobaba tales decisiones. Se debía tratar con respeto a la esposa y nada más, ya que el amor hacia ella sería una distracción hacia lo más importante: el amor hacia Dios. Frecuentemente, los hombres además de la esposa, conseguían mujeres más sencillas. Incluso en esta situación era prácticamente imposible divorciarse.
Las parejas de vida se buscaban en las ferias de novias
Las chicas y chicos solteros de diferentes clases sociales podrían elegir una buena pareja por su propio deseo (algo que era bastante importante) en las ferias. De todos lugares llegaban jóvenes a las capitales de los países europeos acompañadas de experimentados instructores.
El baile también era una feria de novias (solamente que eran de una clase social superior)
Precisamente en los bailes las personas de una clase social superior buscaban pareja. Aquí se podía encontrar una pareja beneficiosa entre descendientes de familias nobles. Era más complicado que las chicas habituales fueran a este baile, no como en el cuento de Cenicienta.
Existían libretas para anotar a las parejas de bailes
La etiqueta de baile que existía en cierta medida describía el proceso de los encuentros. Todas las damas llevaban consigo (a veces disfrazadas) libretas en donde anotaban los nombres de chicos que demostraban interés hacia ellas. Para las novias era importante con quién habían bailado, qué bailes y cuántas veces. Por ejemplo, aceptar más de dos invitaciones de un caballero se consideraba inaceptable, ya que después, tal joven al ser un hombre honorable, estaba obligado a casarse.
La ropa era un símbolo de estatus
Precisamente la ropa revelaba la así llamada división de clases sociales. Las chicas prestaban mucha atención a su aspecto físico. Se solía vestir de tal manera que en la sociedad se considerara como una chica guapa con buenos modales. La novia mostraba con su atuendo el potencial del estado financiero de su familia, la cual permitió darle una buena educación.
Además, era importante vestirse estrictamente de acuerdo con las reglas. Si la chica no conseguía vestirse de forma apropiada, esto ya era un problema. Si la mujer dedicaba mucho tiempo y esfuerzo a la moda, entonces se consideraba derrochadora y aturdida. Las chicas tenían que mantener un límite y mostrar su propio gusto.
La tonalidad de la ropa también jugaba su papel
De acuerdo con la etiqueta del baile, una chica podía usar vestidos con escote, hombros y espalda un poco abiertos. Las chicas que buscaban pareja se ponían vestidos de tonos claros. Los colores blanco, rosa y azul claro eran para las jóvenes, y para las mujeres mayores eran azul, morado y verde oscuro. Las chicas decoraban sus atuendos con flores vivas y accesorios.
En cuanto a las bodas, en Europa occidental se casaban en vestidos que sencillamente eran los mejores, los más espectaculares y los más caros. En diferentes países había supersticiones sobre el color del vestido nupcial. Así, en Francia se consideraba que la novia en un vestido nupcial morado adquiriría a un esposo que la quisiera toda la vida. Las chicas irlandesas se casaban exclusivamente en vestidos verdes, creyendo que este color era de la suerte. En Rusia predominaban los colores rojo y naranja para los atuendos de la boda, a pesar de que el color blanco, de acuerdo con las creencias paganas, personificaba la pureza.
El maquillaje de las chicas debía ser único
En el siglo XIX, el maquillaje llamativo no estaba a la moda; además, las novias trataban de destacar su belleza natural y utilizaban un mínimo de cosméticos.
Diagnóstico: enferma de histeria
La regla principal para las chicas de esta época era no verse vulgares. Una chica que mostró primero su interés hacia un hombre provocaba recelo en la sociedad. Jean-Claude Bologne, en su libro Pudeurs féminines: Voilées, dévoilées, révélées escribió que, en el siglo XIX, a esta mujer le podían diagnosticar una enfermedad inexistente: histeria. La chica incluso podía ser revisada por un doctor en caso de que ella se hubiera presentado al hombre, lo hubiera invitado a bailar y coqueteara de forma muy abierta.
Encuentros en la iglesia
Los jóvenes de aquella época podían conocerse en la iglesia. Precisamente el templo era el lugar para los feligreses en donde los jóvenes podían hacer una elección voluntaria. Se consideraba algo normal en este tiempo seleccionar una pareja adecuada en la iglesia.
Etiqueta, etiqueta y otra vez etiqueta
Es difícil de creer, pero hace un par de centenas de años, las chicas solteras no podían pasear solas por las calles. Solamente era permitido salir en compañía de un hombre de la familia o una mujer casada. Era casi imposible hablar con una chica.
La etiqueta decía que si en la calle un caballero se te acercaba, entonces tenías que comportarte de la manera más fría y no correspondida. Los casos excepcionales eran cuando las damas tenían problemas, entonces se les permitía acercarse únicamente a un hombre honorable.
Las damas casadas sacaban a pasear a las chicas solteras. La etiqueta describía todos los detalles, incluso qué hacer si de pronto se quedaban solas en la calle.
En los bailes, las personas se conocían mutuamente
Precisamente los bailes eran de las pocas oportunidades de los jóvenes y chicas para conocerse y estar a solas. A pesar de que los jóvenes se encontraban entre una multitud de personas y a la vista de la sociedad, tal comunicación era aceptable.
Accesorios como expresión de sentimientos
Las chicas de esa época aprendieron a evitar las prohibiciones y engañar para expresar sus sentimientos. Abanicos, pañuelos y paraguas se convirtieron en armas indispensables de coqueteo femenino. Las mujeres solteras utilizaban activamente sus accesorios para expresar sus intenciones ante los hombres.
Por ejemplo, los movimientos de abanico podían significar una letra o una señal para hacer algo. Un abrir y cerrar bruscamente el abanico significaba: “Vete, no te quiero ver”. Abanicarse con la mano izquierda significaba una prohibición, y si el abanico se encontraba cerca de los labios, significaba desconfianza. Por lo tanto, los candidatos que no eran de la misma clase social que la dama se rechazaban automáticamente, ya que ellos simplemente no podían leer las señales que les daban.
Los regalos tenían un significado especial
A finales del siglo XVIII, entre los aristócratas eran populares los accesorios con “los ojos del enamorado” (Lovers’ eyes). Prácticamente en todo (anillos, broches, medallones) dibujaban miniaturas oculares para conservar el anonimato de los enamorados. A menudo, las chicas otorgaban a sus novios dijes con mechones de su propio pelo. No obstante, si el compromiso se cancelaba, lo primero que se exigía era regresar los accesorios y cartas.
¿Crees que las tradiciones de los siglos XVIII–XIX eran románticas? ¿Te hubiera gustado vivir en esos tiempos o prefieres más la relación moderna entre hombre y mujer?